Tras un verano extremadamente cálido, con los grifos de agua secos, cultivos agotados y reducidos, y miles de hectáreas quemadas por el fuego, afrontamos un otoño e invierno con la energía por las nubes y la inflación disparada. Estamos ante una sociedad europea cansada y muy tocada por la inflación, por lo que el fin de año será crítico. Sin gas, materias primas de alimentación animal, petróleo y carbón ruso el resultado será una nueva recesión en la UE, por lo que tendremos que afrontar un nuevo período económico de “sangre, sudor y lágrimas”, resistir a las incertidumbres, resistir a lo fácil y unirnos como sociedad para pagar el precio de nuestro modelo de vida y valores sociales occidentales.
Putin no esperaba encontrarse con una resistencia civil, política y militar ucraniana tan fuerte, ni imaginarse la reacción contundente de apoyo a Ucrania de la Europa democrática, por lo que opta por una estrategia de asedio y destrucción para la conquista. Atrás queda su proyecto de una victoria inapelable, rápida, poniendo a Ucrania y la Europa a sus pies y mejorando su imagen e influencia internacional.
Estamos ante una sociedad europea cansada y muy tocada por la inflación, por lo que el fin de año será crítico.
Con la guerra de Ucrania estancada, cuanto más dura la guerra, más posible es el impacto económico de las sanciones de la UE que convenzan a Putin de que continuar con ella es peligroso políticamente para él. El tiempo juega a favor de Ucrania, siempre que cuente con el apoyo de sus aliados de la UE. Sin embargo, sin el apoyo de Occidente desaparecerá como país. Ahora bien, estas sanciones de la UE tienen un coste muy elevado y ya hay políticos populistas y oportunistas que consideran que las sanciones no sirven para nada, sino solo para hacer sufrir a los pueblos de la UE.
¿Estará dispuesta la sociedad europea y sus gobiernos a dejar en las manos del autócrata ruso el hórreo de Ucrania para que también controle gran parte de la alimentación del planeta?
Afrontamos un otoño y un invierno en los que, según las peores previsiones, los europeos pasaremos frío, pues Rusia cortará el gas, los precios se dispararán y los votantes abrazarán posturas populistas. Estamos amenazados por la fatiga ante el impacto económico de la guerra y la ausencia de un final en el horizonte. La verdad es que no son las sanciones lo que hoy nos cuesta, sino la agresión rusa, pues renunciar a responder a la misma supone plegarse a un chantaje continuo de Rusia a los países de la UE: hoy, con el gas y con el petróleo y mañana, con la seguridad alimentaria.
Los costes del cambio climático (sequías, fuegos, lluvias torrenciales, inundaciones…) afectan brutalmente a los rendimientos económicos en el campo y a los estándares de vida, junto con la inflación que nos castiga. El clima puede ser variable, pero los dictadores de los combustibles fósiles son de poco fiar y manifiestamente peligrosos. En la medida de lo posible en que dispongamos de mayor oferta de energía renovable propia deberíamos lograr precios más bajos de combustibles, de materias primas de alimentación animal y de seguridad alimentaria.
El clima puede ser variable, pero los dictadores de los combustibles fósiles son de poco fiar y manifiestamente peligrosos.
La subida de precios de cerca del 11% de julio debe obligarnos a todos a actuar de inmediato para reducir los costes energéticos. Eléctricas, productoras de gas y petroleras engrosan sus beneficios cada vez que hacemos un gastos energético superfluo.
Desde el sector agroalimentario debemos seguir luchando por actualizar los precios al alza de las producciones agrarias y ganaderas acompasando la inflación de los costes de producción. La inflación no va a ser transitoria, por lo que obliga a toda la cadena alimentaria a ser solitarios en la respuesta a esta situación de crisis inflacionista a la que no estamos acostumbrados.